Imagen tomada de http://falarbaixinho.blogspot.com/
Nerviosos, como gatos cerca de una bola de estambre, lucimos ante las bocas, los cuellos y las manos; de los que se atrevieron a preguntar y recibieron un: voy al baño, a cambio de sus comunes frases: ¿puedo llamarte?, o yo estoy cerca de acá, ¿amanecemos juntos?
Y es que como animales de costumbre, después de una relación larga, perdemos la capacidad de respuesta oportuna y la habilidad para jugar ante un flirteo.
Sin embargo, el deseo supera cualquier olvido y cualquier baño más o menos discreto, resulta el sitio perfecto para satisfacerse, a veces solo el ego, y no enfrentar las preguntas incómodas del desayuno ante un desconocido.
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